Isaac
Newton consolidó los avances anteriores al desarrollar la ley de la gravitación
universal y las leyes del movimiento, estableciendo un marco matemático que
explicaba tanto los fenómenos terrestres como los celestes. Su obra
"Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica", publicada en 1687, es
considerada una de las contribuciones más significativas a la ciencia.
La Revolución Científica no solo transformó la astronomía y la física, sino que también tuvo un impacto profundo en otras disciplinas como la biología, la química y la medicina. El énfasis en la experimentación y la observación directa llevó al desarrollo de nuevas técnicas y herramientas, como el microscopio y el termómetro, que ampliaron las fronteras del conocimiento científico.
Este
periodo también vio el surgimiento de instituciones científicas, como la Royal
Society en Inglaterra y la Academia de Ciencias en Francia, que fomentaron la
colaboración entre científicos y la difusión de descubrimientos. La Revolución
Científica sentó las bases para la Ilustración y el pensamiento racionalista,
influyendo en la filosofía, la política y la cultura occidental.
En
resumen, la Revolución Científica representó un cambio paradigmático en la
manera de entender el universo, reemplazando las explicaciones basadas en la
autoridad y la tradición por un enfoque empírico y racional. Este legado
continúa siendo fundamental en la ciencia contemporánea y en la forma en que la
humanidad busca comprender su entorno.
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